miércoles, 12 de abril de 2017

Analogías (Ficciones no tan mínimas)

Me he vuelto un jardín. Hay que tener cuidado con lo que se desea, yo deseaba un beso, un orgasmo, un “te quiero”. Y la vida que gusta de ser siempre tan sarcástica y tan divertida me lo concedió. Me metí a bañar y noté algo que jamás me había pasado, mi piel huele a hierba, y mi sexo a frutas, y mi cabello a flores. Son las huellas de tu presencia en mi piel.
Hoy llamaste, inoportuno e insistente, te respondí con mensajes, querías verme y me gustó la idea, sabías que debías convencerme, me debías un par de disculpas. Al final acordamos una hora. Como siempre llegué tarde, es algo que me pasa sólo contigo, tienes esa mala fortuna, hasta ese cliché me has regalado, el de la espera. Siempre paciente, siempre amable, siempre dulce, yo siempre corriendo, siempre el taxi de último momento, bajarse y caminar por el tráfico imposible. Hoy hubo una variable, después de sonreírme me besaste, así, en plena avenida, calmaste mi nervio y mi prisa, tomaste mi mano, caminamos así de la esquina a la casa, entramos, me abrazaste, me besaste de nuevo, tus besos de pólvora y mis labios de fuego.
Subimos la escalera, sabía que esta vez no quería resistirme, deseaba tus manos blancas. Abrí las ventanas, te ofrecí agua, me dijiste que preferías mi néctar, y me tomaste como si fuera una fruta, jugosa, carnosa, llena de apetencias. Nos devoramos con ternura, hasta convertir mi piel en magnolias, hasta que tu boca se tornara en girasol. Me hacías falta, necesitaba hacer surcos en tu espalda para sembrar más besos. Tomaste en cuenta lo que te dije la última vez, enmendaste el camino. Me volví a sentir una obra de arte entre tus manos, perdí el control, me dejé llevar. No hay analogía para describir lo que hicimos al quitarnos la piel.
Al final de las cosas sólo quiero decir:
Gracias, te quiero.

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