Era un día raro conocí a un hombre increíblemente dulce, demasiado pálido para mi gusto, pero me gustó, alto, ojos claros, labios sumamente carnosos, manos suaves. Lo dudó un rato, pero me besó, con mucha ternura y mucha pasión, compartió su carne con la mía, fuimos trémulos juntos, nos comimos el hambre atrasada, nos pagamos deudas de besos ajenos y fuimos sinceros, veníamos rotos, rasgados, magullados, y aún así tan enteros, con tantas ganas y tanto por dar. Esa tarde nació el amor, lo vimos brotar en los ojos y recorrernos las manos. Ahora yo soy su bella, y él es mi sol.
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